miércoles, 23 de noviembre de 2011

Salir de la crisis



Una crisis sistémica. Así se ha definido el tipo de crisis que –a nivel global- estamos sufriendo. Todos los días la mayoría de las noticias en portada de los medios de comunicación se refieren, directa o indirectamente, al panorama crítico que nos acontece. Imposible lograr un respiro ante tanto acoso informativo. Convertimos el entorno en que vivimos en una especie de territorio hostil en el que todo suena a crisis, riesgo, deuda, quiebra… Mientras tanto, la publicidad nos sigue vendiendo ese mundo feliz de consumo sin pausa exhortándonos -sin excusa- a comprarlo todo. Pero el doble juego del sistema ya se está quedando obsoleto. La mayoría de las personas comienzan a comprender que no son felices consumiendo más y, sobre todo, haciéndolo a costa de entrampar sus vidas, tiempo y esperanzas  reales. Pues nos han acostumbrado a proyectar esperanzas ficticias, que sólo han añadido más estrés e incomodidad (haciéndonos comulgar a fe ciega con eso de: a mayor consumo, mayor calidad de vida). Muchas personas se preguntan si la vida es realmente eso, si merece la pena enfocar un recorrido vital (limitado por otra parte) de este modo. Hay quienes pronostican, por ello, que el éxodo urbano a las ciudades será una de las grandes alternativas de vida en el futuro. Lejos del ruido infernal de las masas urbanas, allí donde el canto del gallo marque el único y primer sonido reconocible del alba. ¿Quién no ha soñado con despertar cada día lejos del ajetreo cotidiano en bucólicos hogares de chimenea o con tardes interminables en que sólo acontece el resbalar de la nieve tras la ventana? Hoy día, que el tiempo nos absorbe y apenas sacamos un par de horas a la semana para nosotros.

Lo que sí va quedando claro es que no todo el mundo quiere seguir viviendo así. Y que, además, el sistema no lo soporta. Albert Einstein, que también habló de la crisis, pues antes, durante y después de la II Guerra Mundial todo era crisis, nos dio muy buenos consejos, de esos que provienen no de la docta y hueca erudición sino de la llana sabiduría, que merecen ser tenidos en cuenta. Nos dijo que no podemos pretender que las cosas cambien si hacemos siempre lo mismo y que no es adecuado ver la crisis de un modo pesimista y derrotista porque de esa manera sólo dejamos patente nuestra propia incompetencia. El físico alemán nos asegura, por el contrario, que los tiempos de crisis son tiempos de oportunidad, de nuevos retos, de espacios donde dejar aflorar la creatividad. Cito ahora sus palabras textuales: “Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla”. Aquí Einstein apunta al centro de la diana y da de lleno.

Hoy en día oímos por todos lados hablar de la crisis (como si interesara a alguien que nos convenzamos de ello por algún extraño motivo) al tiempo que nos piden también por todos los frentes que vivamos como si nada pasara, consumiendo y construyendo ese proyecto de vida feliz basado en un omnipresente materialismo existencial. Sin embargo, ese “trabajo duro” al que alude Einstein no puede ser en la misma dirección poco fructífera de siempre. He aquí el reto que se nos plantea: mirar más allá de las viejas fronteras que hasta hoy nos cegaban y limitaban, haciendo uso –por el contrario- de la inventiva y creatividad humanas para construir el mundo que verdaderamente queremos. Como entonara un célebre cantautor: “No sé qué quiero, pero sé lo que no quiero”. Esta es una buena opción constructiva para empezar, eliminando aquello que, por experiencia, sabemos nos perjudica. Una sociedad enferma, insana, no es una causa sino una consecuencia. La causa somos nosotros, afortunadamente; pues esto indica que tenemos el timón de nuestro destino y la posibilidad aún de cambiar el rumbo, antes de que sea demasiado tarde. Afirma la sabiduría popular que el pesimista maldice el viento, que el optimista espera a que mejore pero que, el realista, dispone correctamente las velas, tomando así este último la decisión adecuada. No es otra cosa lo que la historia espera de nosotros,  que miremos en la dirección acertada, que no rememos contracorriente y que sepamos enderezar el barco a tiempo cuando la tempestad venga de frente. 

por José Manuel Martínez Sánchez

miércoles, 16 de noviembre de 2011

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sábado, 5 de noviembre de 2011

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