domingo, 26 de septiembre de 2010

De huelgas y rebeldías

La libertad ha sido buscada al sentir la opresión, en operación antinómica. Se quisieron soltar las cadenas que oprimían al cuerpo al descubrir que esas cadenas privaban algo que sería llamado libertad. Cuando las cadenas fueron despojadas de su hábito paralizador el hombre se preguntó qué hacía ahora con esa libertad lograda. Y la libertad se convirtió en pura competición, llegando a ser sinónima de poder. Y de nuevo, nacieron más esclavos, esclavos de la libertad de otros y para mantenerlos conformes se les dijo que su esclavitud era también otra forma de libertad. No obstante, el hombre, como es natural, se rebeló. Todo viene de muy atrás. Según Mijail Bakunin al ser probada aquella manzana del mítico bíblico de la creación tuvo lugar el primer acto de rebeldía del hombre. Tras pensar en su libertad de elección la llevó a cabo y, por una extraña razón, fue condenado por ello. Indudablemente, un mito es un mito, y Dios –deseamos pensar- no pone trampas a sus hijos, no deja que seamos tentados para luego condenarnos por elegir libremente lo único que podía ser elegido: el conocimiento del mundo más allá de sus edenes aparentes. Pensar la libertad ya es ser libre, ya es una huelga, un respiro, para el ánima. Uno deja así de ser autómata y se convierte en autónomo de su pensamiento.

Una huelga es un acto programado de rebeldía, un atisbo, un tímido alarido frente al gran aparato de la tiranía y esclavitud modernas: el trabajo. Un trabajo que en la mayoría de los casos significa servidumbre paupérrima, la renuncia a una vida propia y la consagración al servicio del poder a cambio de una pobre limosna que acaso permita subsistir abnegadamente. Aquellos que se llaman empresarios, generadores de puestos de trabajo, a menudo no buscan sino mano de obra para sus intereses, para pagar holgadamente (palabra de la que deriva 'huelga') su nuevo yate y tomar un 'respiro' (origen etimológico de 'huelga') lejos del mundanal y trabajador ruido. En la neorrealista película “Milagro en Milán” de Vittorio de Sica, un empresario llamaba de 'iguales' a los pobladores de un asentamiento de indigentes en sus tierras, hasta que tras descubrir que en esos terrenos había petróleo les declaró la guerra, y ya no eran hermanos sino enemigos para él, para sus intereses propios. Ahora la guerra es declarada con las hipotecas, con los altos intereses, con los precios elevados del consumo, que convierte a los ciudadanos en meros indigentes, en huéspedes de casas propiedad de los bancos, que a la mínima falta en los pagos les es declarada la guerra, como en la película citada, desposeídos de su quimera, la quimera más humilde y necesaria: un lugar donde resguardarse del frío y habitar con la familia o con uno mismo. El problema es grave si miramos en las alcantarillas, en la sombra que se esconde tras tanta apariencia, en la vida de alquiler que en la mayoría de las gentes trascurre, al tiempo que en las televisiones enseñan casas de lujo, coches de ensueño y otros espejismos que insultan a la conciencia. Mientras unos pocos cuentan día a día los billetes copiosos de su duro trabajo de expolio al débil, otros muchos siguen creyendo que el trabajo hace digno al hombre, a costa de bajarse continuamente los pantalones.

No hay mayor acto de rebeldía que el del espíritu, nunca lo fue el de las pistolas. La rebeldía del espíritu consiste en saberse libre en todo momento y en proclamarse libre siempre que alguien dude de ello, demostrando así que el hombre no ha nacido para arrodillarse frente a otros hombres, sino para servirle con dignidad y de forma recíproca, reconociendo la igualdad que el espíritu proclama universalmente. Para Gandhi estuvo muy claro el camino a seguir, la revolución pacífica, humanamente religiosa, fiel al ser humano en la contemplación de sus nobles cualidades. El hombre ostenta el deber y el honor de ser justo con sus semejantes, de ser incondicionalmente un igual, un mismo espíritu compartiendo las horas y los siglos de su travesía por la tierra. En la película “Milagro en Milán”, los humildes indigentes viajan al cielo en escobas voladoras, movidos por la esperanza y la fe en una tierra mejor que poblar y donde vivir dignamente. Esperemos que no sea el cielo solamente, sino la tierra también, un lugar donde llevar a cabo los sueños de una vida en libertad e igualdad reales.

por José Manuel Martínez Sánchez
http://lashorasylossiglos.blogspot.com

lunes, 20 de septiembre de 2010

Nos dejó Silo, fundador del Movimiento Humanista

Reproduzco un artículo de mi amigo y antiguo compañero del Movimiento Humanista, Miguel Pachón. También lo podéis leer aquí:


El pensador mendocino Mario Luis Rodríguez, más conocido como Silo, fundador del Movimiento Humanista, falleció anoche a los 72 años, según informó una fuente del Partido Humanista. Su impronta penetró en decenas de países de todos los continentes.

Se abre paso hacia la luz el ser más bondadoso que hemos conocido", dijo a primera hora de hoy a Télam la secretaria general partidaria, Bernardita Zalisñak, al confirmar el deceso.


El fallecimiento se produjo poco antes de la medianoche del jueves. Silo deja a su mujer, María Luisa, y dos hijos.

"Estaba muy enfermo pero tengo entendido que había rechazado la indicación médica de diálisis y trasplante", reveló la dirigente.

La noticia corrió rápidamente entre los miembros del Partido Humanista y otras organizaciones que integran el movimiento, como La Comunidad para el Desarrollo Humano, la Convergencia de las Culturas, Mundo sin Guerras y sin Violencia y el Centro Mundial de Estudios Humanistas.

"Queridos amigos, Silo partió. Ha estado lúcido, acompañado y sin apenas dolor hasta el momento de su partida. Pidamos por su bienestar allá donde estemos, en su tránsito hacia la luz. Paz en el corazón, luz en el entendimiento", dice un mensaje retransmitido en las últimas horas por correo electrónico entre sus seguidores.


Silo había nacido el 6 de enero de 1938 en Mendoza, provincia en la cual produjo, el 4 de mayo de 1969 el acto fundacional del Movimiento Humanista.

Aquel episodio fue en el paraje andino de Punta de Vacas, a 2300 metros sobre el nivel del mar, muy cerca del límite con Chile, donde ante un grupo de seguidores argentinos y chilenos Silo dio el discurso "La curación del sufrimiento", que los humanistas consideran el acto inicial de su movimiento.

"Fue un gran filósofo, inspirador de quienes luchamos por la paz y la no violencia en el mundo, guía espiritual para mucha gente, que ahora trataremos de hacer realidad su sueño de humanizar la Tierra", agregó Zalisñak.

"Ha dedicado su vida a inculcar la solidaridad, la no violencia y la no discriminación. Es un ser inmortal. Ha fallecido su cuerpo pero su espíritu y su alma crecen hacia la luz", afirmó la dirigente.

La prédica de Silo trascendió las fronteras de la Argentina y actualmente hay movimientos humanistas en más de cien países y partidos humanistas en al menos quince.

La obra escrita de Silo comprende Manual del poder joven (1969), La mirada interna (1980), El paisaje interno (1981), Humanizar la Tierra (1989), Experiencias guiadas (1989), Contribuciones al pensamiento (1991), Mitos raíces universales (1991), Cartas a mis amigos (1993), El día del león alado (1993), Diccionario del Nuevo Humanismo (1996), Habla Silo (1996) y Apuntes de psicología(2006) que es una recopilación de conferencias de 1975, 1976, 1978 y 2006.

A José Antonio Labordeta

Se nos fue uno de los grandes. Os dejo aquí su Canto a la Libertad. Ojalá este canto se haga realidad.


En el Congreso de los Diputados:

domingo, 5 de septiembre de 2010

Entrevista a Carlos Fernández Liria


Entrevista de la periodista venezolana Marianela Urdaneta a Carlos Fernández Liria, escritor y profesor de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, sobre el tratamiento que hacen los medios de comunicación españoles acerca de la realidad que vive Venezuela.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La utopía de la felicidad

Ante la pregunta de la felicidad, de su posibilidad utópica, de esa utopía individual que cada ser humano interroga con la esperanza de hallarla realizable, cabe preguntarse también, como punto de partida, el problema de la infelicidad del hombre moderno cuando ha cubierto sus necesidades básicas, en el sentido de Maslow, y su vida se abre a la posibilidad de la autorrealización. Cuando falta algo, cuando se supone que todo se ha conseguido y todavía queda un sabor amargo en la conciencia, una sensación de no estar viviendo plenamente, es cuando alguien experimenta la desolación del vacío interior y el deseo de llenar esas carencias de plenitud. ¿Qué es lo que falla en el sistema de bienestar, si realmente el bienestar sólo se traduce en comodidad material? En los países pobres ni siquiera cabe esa pregunta y eso hace aún más responsables de su propia felicidad a aquellos que lo tienen todo pero que les falta lo más esencial: un espíritu lleno. Esa es la gran paradoja de Occidente, su gran galimatías, el haber hallado riqueza exterior en la más absoluta pobreza interior, moral y espiritual (los filósofos son ya reliquias o científicos de la escritura hermética), y el no saber cómo reparar esta situación. Ese estado de calma interior que los griegos llamaron ‘ataraxia’ parece ser la mayor utopía de nuestro tiempo, a no ser que lo encuadremos en otro paquete del bienestar que el consumo sabe garantizar: balnearios, spas, lujosos cruceros por el Caribe o un amanecer en Ibiza escuchando ‘chill out’. Y, es que, en estos tiempos, el paraíso sólo puede comprarse en las agencias de viaje. Excepto ciertos días, pagados bien caros, la mayor parte del tiempo las personas deambulan tristes por la calle, preocupadas y entre prisas torrenciales, mirando el reloj a cada paso, incluso si tienen tiempo suficiente ya es una costumbre pensar que se llega tarde, aunque sea a ninguna parte. Quizá no se puede aceptar tampoco que nos sobre tiempo, que haya momentos para no hacer nada, porque no se sabe qué hacer con ellos. Es en esos momentos cuando muchas personas descubren que no son felices, que no saben qué están haciendo con su tiempo, su vida y sus esperanzas. Buscaban la felicidad en un espejismo, en un hambre siempre insatisfecha, como un Saturno que termina devorando a sus hijos. Se ha perdido el control de la naturaleza, la sociedad se ha convertido en invasora de lo natural, de la vida real, y todo se ha fundamentado en la explotación insaciable en busca de un paraíso prefabricado.

La virtud que reivindicaron los estoicos, buscando vivir de acuerdo a la naturaleza (vivere secundum naturam), como también propuso Emerson, era simplemente decir al hombre que recuperara su cordura y mirara de frente a su mundo, a la vida. Para Boecio la felicidad consiste “en un estado, perfecto por la reunión de todos los bienes” teniendo en cuenta que “el error los desvía haciéndoles buscar bienes falsos y aparentes”. Es cuestión, por tanto, consabida, el desvarío humano en busca de su propio bien, pues no es otra cosa la felicidad, el vivir conforme al propio bien. Eso es la virtud, acertar en el uso del bien adecuado. Todo propósito ético anhela ese acierto. Y, sobre todo, que salga de sí mismo, de forma ‘natural’. Eso es vivir conforme a la naturaleza, a su virtud. Así, el hombre, siguiendo a Spinoza, puede “conservar su ser”, saber que es él mismo quien vive y hace de acuerdo a su ser, que es, en definitiva, lo que desea ser y lo que tiene que ser. La utopía individual, que no sólo busca el bien propio sino el común, pero que sabe que todo ha de partir de uno mismo y ser uno muestra o ejemplo de una verdad representada en el individuo, convendría como principio de toda felicidad social, pues no puede hacerse teoría de aquello que en su práctica resulta lo contrario (comunismo). Primero está el individuo, que sea íntegro por sí mismo. Los griegos llamaron ‘héroes’ a este tipo de hombres, pero no hace falta irse tan alto, pues de héroes y de superhombres de Nietzsche también algunos buscaron la praxis y salió lo más horrible (nazismo). No es necesario el héroe, sino únicamente alguien que aspire al bien y sepa lo que el bien es, pues seguramente el hallazgo de esa búsqueda sea la felicidad.

El hombre siempre irá al encuentro de la felicidad, es su naturaleza, así se desenvuelve su peregrinaje vital, con acierto o infortunio, anda siempre en ese camino. Como todo lo natural, pues de eso estamos hechos, las aguas terminan por volver a su cauce. Las tristezas de hoy posiblemente sean las alegrías de mañana, en esa historia de la evolución donde parece que a paso de hormigas vamos aprendiendo ciertas cosas y olvidando otras muchas. Ya sólo nos conformamos, aunque Fidel Castro no está tan seguro de que sea así, con que no se vuelva a repetir lo de Hiroshima y Nagasaki, ni cosas parecidas. Es, por tanto, una necesidad la felicidad, un imperativo, no sea que de tanta infelicidad todo esto termine en una gran tragedia nuclear, acaso por aburrimiento de los que creen que ya lo tienen todo.

por José Manuel Martínez Sánchez
http://lashorasylossiglos.blogspot.com